29 de septiembre de 2008

LA VIEJA EUROPA

Tras dos años sin vacaciones, aunque con constantes escarceos a lo largo y ancho de la geografía española y portuguesa, este verano decidí ahorrar algo de dinero y enclaustrarme en mi chozo en un agosto de guardias, piscina y penitencia sin parangón, con el sano objetivo de invadir al mes siguiente el vetusto continente que se abría paso a mis pies, evocando a exaltados líderes nacidos en pretéritas centurias de desolación y gloria.

La Europa imperial me esperaba.

Primera parada, París, hermosa hasta zaherir los ojos, romántica y bohemia, un deleite para los sentidos todos...
Allí paladeé los mejores platos, me deleité con los perfumes más selectos y delicados, entoné las melodías de sus bohemios trovadores y disfruté de la belleza de sus museos y monumentos, de sus calles y jardines.

La moderna Frankfurt me abría sus brazos, cosmopolita y futurista. El rubio néctar que todo lo inundaba, fuente inagotable de la bonomía de sus cálidas gentes, fluía al son de la desbordada pasión vital. Un derroche de calidad de vida a raudales, un oasis germano de esplendor y belleza.

En el centro de la vieja Europa, la milenaria Praga, ufana de su gloria, atrapaba al viajero con su grandeza y majestuosidad. Vetusto corazón del vetusto centro del universo; Europa en mayúsculas y con áureas letras.

Y por último, la decadente Budapest, ciudad grandiosa y de marcados contrastes.
Una cultura singular con ramalazos de la vecina Bizancio y un río, el Danubio azul, anterior a la propia existencia humana, espectador impasible de imperios victoriosos e ignomiosas derrotas.

En definitivas cuentas, he disfrutado de un viaje inolvidable que, aparte de haberme permitido ver ciudades impresionantes y de haberme enriquecido como persona, ha desterrado tópicos que muchos de nosotros tenemos muy presentes y me ha marcado con curiosidades de todos los tipos, como las que enumero a continuación:

* En las calles de París se ven unas enormes colas de varias decenas de personas que confluyen en establecimientos y bares y que no son para otra cosa que para comprar tabaco.
* La manera de ligar de los franceses es echarse encima de las pobres y delicadas francesitas y empujarlas con sus partes pudendas hasta que éstas se acaban yendo del garito en cuestión ligeramente indignadas. Por cierto, la táctica no suele funcionarles.
* Los franceses no son groseros y las francesas no son nada apasionadas.
* En París no saben lo que es el ron añejo.
* Se puede percibir al aroma de una parisina desde un centenar de metros o incluso más.
* El metro de Madrid no tiene nada que envidiarle al de París, salvo su velocidad, que es infinitamente superior.
* Siguiendo con el metro de París, es muy curioso ver como las puertas se abren (si pulsas el botón, claro) antes de que el tren se haya detenido por completo.
* Y más curioso aún es ver como la gente prácticamente ni se inmuta cuando un indigente trata de cruzar las vías en un avanzado estado de embriaguez a falta de un minuto para que lleguen los trenes en una y otra dirección.
* No es cierto que España sea el país del mundo donde haya más whiskerías. En París, cerca del Moulin Rouge, hay cerca de cuarenta en una misma calle. Tanto de lo mismo ocurre en Frankfurt, en las vías aledañas a la estación central.
* A tenor de lo observado, no hay una diferencia palpable entre la calidad de vida francesa y la española. Sí hay una diferencia abismal con la alemana.
* Frankfurt está plagada de avispas.
* Uno de cada cuatro habitantes de Frankfurt (incluidos turistas y oriundos) habla un catellano perfecto.
* Los alemanes son tan absolutamente cuadriculados que en un bulevar lleno de peña hasta la bandera se forman de manera espontánea dos filas de personas circulando en uno y otro sentido de la vía, con lo que no se produce el (por otro lado tan mediterráneo) colapso de gente.
* Si te pides una birra en Frankfurt, te pondrán un enorme vaso con cerveza bien fría y rubia (nada de cervezas calentorras y tostadas). Eso sí, hay algunos bares en los que si no pagas ipso facto, te van apuntando lo que se debe en el posavasos.
* Los alemanes no son nada fríos en el trato y tienen una innata facilidad para entablar conversación con todo el mundo.
* Se dice que España es un país turístico, pero no de turistas. Nada más lejos de la realidad: es increíble la cantidad de turistas españoles que se pueden encontrar a lo largo del continente, sobre todo en Frankfurt y Praga.
* En estas dos ciudades, el metro no tiene ningún tipo de barrera, así que lo de pagar el billete depende de la conciencia de cada uno.
* Uno de los platos típicos checos lleva jamón cocido relleno de nata. Flipa.
* En la tasca más mugrienta de Praga hasta el menos pintado habla inglés.
* En las bodas checas es habitual hacer pompitas de jabón a la vez que se tira el arroz cuando salen los novios.
* En las discotecas de Praga, la entrada te da derecho a una copa, pero sólo al destilado. Si quieres el refresco, lo tienes que pagar aparte.
* La República Checa tiene mayor nivel de vida que Portugal, por poner un ejemplo.
* Las checas son tan guapas como ardientes.
* En Budapest, es muy típico servir en los desayunos huevos cocidos en un recipiente lleno de harina.
* Gran parte de los autobuses de Budapest son eléctricos y van enganchados al mismo cableado que los tranvías.
* Es muy habitual llegar a un restaurante a Budapest y no pedirte nada si dicho establecimiento tiene sitios libres de sobra.

Poco más queda por apuntar, de vuelta al trabajo y con el recuerdo imborrable de mi excursión, desechando por el momento otra gran expedición hasta bien no pasados un par de años o quizás tres, aunque eso sí, confiando en retomar nuestras habituales razzias en toda la extensión del territorio peninsular, como las míticas visitas a Granada; la congregación rambleña en Asturias; las playas de Montegordo; las hamacas malagueñas y gaditanas; el gran premio de Montmeló; los conciertos de Zaragoza, Sevilla e incluso Valencia de los Héroes del Silencio; los sanfermines y un largo etcétera de eventos que ocurrirán cuando vengan tiempos mejores.

Días de borrasca, víspera de resplandores.


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