10 de junio de 2006

INDEFINIDO LOGOUT

Plumbicidad en el firmamento y un obscuro lamento es lo único que pudiera esperar aquella haciaga tarde de verano.
El húmedo pesar inundaba el ambiente y parecía postrarse eterno ante nuestras vidas, proporcionándoles el tierno tallo que las ataba al devenir en sí, tan vegetativo y artificial.
Las bochornosas nubes, abochornadas ante la multitud, brindaban un irritante espectáculo de cobardía y culpabilidad al intentar desaparecer en ése su verdadero instante de gloria.
El sol clamaba justiciero su venganza y aparecía esporádicamente como si de un perro pastor se tratase para aglutinar a los pardos y elevados corderos y así crear en el firmamento una continuación desnuda y natural del enfermizo ambiente.
Los ignorantes infantes sonreían al son de sus torpes pasos ajenos a todo signo de contracultura.
Mientras, en el cielo, los pájaros volaban caóticos y despistados en busca de algún vestigio de claridad, en tanto que los perros, sumidos muy de lleno en la falta de cariño, andaban con la cabeza gacha y temerosa, pues podría parecer que el fin del mundo se avecinaba con irremisible paso.
El irritante dolor hepático que padecía en silencio hacía más llevadero el verdadero sentir de mi expresión, frente a las desorbitadas e impotentes miradas que me rodeaban celosas.
La falta de sueño empezaba a hacer estragos entre penitentes y juergueros por igual, sintiendo estos últimos una inútil e ignorante vergüenza, que no era fruto sino de la desmesurada hipocresía o, lo que es más cruel, de la tardía mala-nueva.

El tiempo no avanzaba; las palabras inteligentes, las estúpidas y las escurridizas frases hacían un cíclico recorrido por mi intendencia sin encontrar un contexto no degradante.
Aquellas que lograban escaparse de la razón y desembocar altivas se veían de golpe frenadas por la impotencia de la voz.
La feliz vida adolescente había encontrado un obstáculo pinzante que le impedía seguir su embriagador fluir.
A ambos lados de tan inoportuno bulto, se abrían el camino de la temprana madurez y, lleno de peligros inimaginables, el de la absoluta dejadez.
Pero no, todo el mundo sabía que la bifurcación del camino, desafortunado coágulo como ninguno, aun habiendo herido mortalmente la sensibilidad colectiva e individual, debía tarde o temprano arrodillarse ante la voluntad y la sincera necesidad de acompañar a la vida en toda su alegría y extensión.
Tras el denigrante ritual que ha acabado por institucionalizarse en la llamada cultura occidental y tras dar cada uno con su orgullo e integridad de bruces en el suelo, aparece el difícil momento de la reflexión: este importante evento en el cual cada uno debe de minimizar lo trágico como tal para que no se convierta en un obstáculo hipertérrito y creciente, sino en un punto de inflexión en el camino de lo vital y lo instintivo que sirva, no para estancar, sino para relanzar el ansia y la voluntad de poder y de vivir, con todas y cada una de sus consecuencias.
El silencio generalizado y necesario daba paso a un sinfín de comentarios prohibidos y pérfidos que, en contra de lo que pudiera parecer, se mostraban fuertes y sinceros ante el calor de las masas.
La cotidianidad, una quimera imposible minutos antes, parecía volver temporalmente con una fuerza renovadora y narcotizante a la vez, dejando entrever la grandeza ilimitada del flujo vital y la voluntad suprema que la sabia naturaleza dicta, en pos de la conservación y el disfrute supremo y terrenal.

Por ésto y por muchos acontecimientos que acaban por aguijonear mortalmente el corazón y la mente; por el torrente sanguinario, peligroso y maravilloso que la vida representa; por la belleza inaudita que aún queda por descubrir; por las miles de vivencias insospechables que quedan por experimentar; por todo y por nada: exprime hasta la última gota de tu experiencia, revienta si hace falta, pero no, no te prives de nada ni esperes una segunda oportunidad porque no la hay.
Y si no estás de acuerdo conmigo, allá tú: conviértete en el ermitaño que siempre has querido ser, enciérrate en la burbuja idiotizante de la tristeza y desaparece con el polvo del camino que sólo los ganadores hemos conseguido y conseguiremos levantar.

Hoy es un día de recuerdos, un día triste porque se cumple un funesto aniversario: nuestro querido amigo Nacho nos dejó hace siete años y en honor a él fue concebido este escrito y la canción del mismo título que se encuentra en el disco Ultrabotijos Sur.


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