2 de septiembre de 2006

SIN COMPLEJOS (THE BEAUTIFUL PEOPLE II)

Érase yo conmigo mismo una vez, cuando supongo que me diría al oído algo tal que así:

"Si lo feo adquiriera forma, creo opinar que no dudaría instante alguno en apoderarse de mi persona, sin más que haberme ojeado depuro refilón.

Por allá queda ese pelo oloroso y grasiento, greñoso y extenso, pura alimaña al servicio de liendres y piojos.
Sin duda diría que recreo de la vista es y será; un cálido espectáculo de luz, cómo no brillo y sospechoso colorido.

Agachando un poco la vista y bloqueándose uno los orificios nasales, podráse observar mi masculina barba, acompañada de un monótono acné que ha decidido instalarse definitivamente en la faz de mi ídem.

Entre destellos de tizne y surrealismo; dícese que coexisten unos ojos susceptibles de ser enfiestados, una nariz fiestera de por sí y una boca de aliento celestial, dotada de heterogéneas y prominentes piezas dentales, que consideraría capaces de rayar esquinas y sucedáneos.

Y escondidas entre las greñas, mis orejas, gran parte de ellas hechas sabañón y guardando una armónica sintonía con el complejo facial; que sumamente heróico y complejo es admirarlo como tal.

Dejando atrás la cara, obsérvese detenidamente el cuello, algo apelotillado y con una nuez prominentemente insultante.
Éste reposa sobre los tímidos hombros, hechos a la penuria de servir de sostén a mis insostenibles brazos, escuálidamente tísicos y, por ende, tísicamente escuálidos; cuyo único ejercicio es el relativo al codo, en su más elevada labor.
Eso sí, la parte axilar, de una masculinidad olorosamente animal y dotada de elementos varios, tanto ornamentales como escultóricos, tales como bultos, pelotillas y pelos, selváticos pelos.

Prominente y altivo, mi pecho de colibrí destaca por su difuminación capilar y su clara y nítida distinción ósea.

Más abajo, existe algo que diríase que es barriga, por todos conocida como fiestera, siestera y cervecera, la cual tiene un perfil sinusoidal normalizado al sinfín, con discontinuos entrantes, salientes, mataduras y todo tipo de manifestaciones de la edad y la dejadez en la piel y que es capaz de albergar un volumen no humano, habiéndose de tener en cuenta que faltaría espacio fisiológico para hígado, púnkreas, intestinos y demás artilugios.

Y sin dejar de llamar la atención, más aún, acentuándola, uno dirige la mirada hacia la zona púbica. Justo en ese sitio, se encuentra un órgano especial; con infinitos nombres aunque al final nunca sepa uno cómo llamarlo; nunca exento de hombría, aun siendo el más delicado del cuerpo; hecho a las adversidades y a las urgencias; tan pronto alegre y más pronto con la moral baja.
Desde esta mi humilde postura no voy a contribuir al clamor o mofa popular, por lo que me remito a que cada uno utilice la imaginación en clara consonancia con la vista para intentar destapar el preclaro señuelo.

Abajo, y algo colganderas, se encuentran mis testículos, pellejosos y arrugados; sin mucho brío.

No aún apartada la vista, hállense mis piernas, fuertes y robustas, con un contraste notorio con respecto a mis lánguidos brazos.
Largas y potentes, acaban en unos huesudos pies, de gran puente y sabiamente acompañados de aromáticas callosidades.
Gran mérito tienen ambos, pues mi intelecto no puede dilucidar el origen de la misteriosa fuerza que hace que éstos sostengan la incongruencia de mi todo.

Atrás queda mi encorvada espalda, la cual se encuentra en semejante estado por no poder sostener el peso de mi abundate sustancia gris que aún no acaba por consumirnos.

También atrás, mis aristocráticas posaderas, que ya quisieran algunos; tan sedosas y aterciopeladas.

Examinando el origen de esta mi grandilocuente exposición ante la enfermiza masa capitalista y no queriendo contribuir a la bipolarización del ente humano propuesta por Platón tras continuas y afamadas borracheras; he de dar cuenta de mí desde el punto de vista psicológico o interiorizado, que no es sino una parte más de la persona y no un algo intangible apartado de la sátira del cuerpo.

Así, pudiéndose evaluar cuantitativamente, he de clamar, muy a mi pesar, que el número de neuronas que conservo disminuye en el tiempo a la misma velocidad que mi barriga se expande, guardando ambos acaeceres una relación peligrosamente antiparalela y un supuesto origen común.
Sin embargo, para terror de muchos, las neuronas que me van quedando gozan de un estado de activismo y de una salud de hierro (III) que en nada tiene que envidiar a las más preclaras mentes del lugar.

Así pues, tras dar cuenta de mí y, sin ánimo de lucro, exclamo al viento en armonía con el fluir temporal y espacial: que revienten los guapos, que revienten los feos, que aquí está el hacha, el eterno leproso, el amorfo arrepentido, el padre de tus hijos, el bético ilustre, el grunjarra de leyenda, el exterminador y, por tanto, salvador de la humanidad..."

He dicho.

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